domingo, 14 de septiembre de 2008

Alejandro Korn

La Libertad Creadora

Lo obra de Alejandro Korn está forjada dentro de un contexto heterogéneo. Intelectualmente, se sabe, toma un rumbo que se aparta de positivismo imperante aun en muchos de sus contemporáneos; además, su formación en el criticismo de Kant, y en todo el idealismo que de este se derivó hasta Hegel, se halla presente en sus pensamiento. Políticamente, el país atravesó una diversa suma de circunstancias verdaderamente complejas, que dieron lugar a relaciones coyunturales sumamente sensibles a los intereses de diferentes sectores.

El conservadurismo, los herederos de la oligarquía, las fuerzas militares, los movimientos de inmigrantes y obreros, los nacionalistas, etc. conformaban un entramado político-social convulsionado. Esto llevaría legítimamente a suponer que la actitud intelectual de aquellas mentes lúcidas de la época, tendría su haz de luz concentrado en dar dirección en medio de semejante panorama sombrío. Ser a la vez timón y faro. Eso era lo esperable. Sin embargo, era asimismo evidente que el cambio que se necesitaba no podía suceder de “la noche a la mañana”; requería remover y hacer temblar estructuras que se encontraban antes que nada en el corazón y la mente tanto de los dirigentes como de cada individuo integrante de la tan fragmentada sociedad nacional. No era suficiente, tan sólo, un cambio de direccionalidad política o un “blanqueo electoral”; se necesitaba algo mucho más profundo. Un cambio de pensamiento. Pero más aun, no cualquier tipo de cambio, sino uno que se sustentara en una sólida base filosófica.

Las universidades del país, ya venían siendo parte de un cambio en verdad fructífero; la reforma que se había iniciado en 1918 sumaba una tras otra universidad. En toda aquella gesta, el papel de Alejandro Korn había sido protagónico, del mismo modo que durante mucho tiempo lo fue dentro de las aulas, también lo fue fuera. Con este antecedente, sale a la luz una de sus obras, La Libertad Creadora, en 1920 y revisada en 1922. Decía, sale a la luz este escrito, que está pensado con esa idea rectora de “formar para la libertad”. Una obra, que si se la lee descuidadamente, pudiera parecer indiferente a la convulsión del país, sin embargo, ella es representativa de la lucha a nivel intelectual por ser “timón y faro”. Una obra apuntada a reconstruir bases intelectuales, y sobre las cuales se levanten los pilares firmes para dar sustento a los verdaderos cambios que nuestro país necesitaba.

Decir que se trata de LA obra programática de Korn, pueda llegar a ser demasiado –a lo sumo, que lo evalúe cada uno luego de leerla- sin embargo puedo afirmar que se trata de una obra comprometida con la realidad circundante; una obra cargada de pautas y lineamientos concretos para que cada persona llegue a dar los pasos necesarios para libertar y crear, tanto en el plano interior del sujeto, como en el exterior, ya que uno tiene su concreción en el otro; una obra que, echando mano de lo más abstracto de la filosofía, no lo deja así sino que lo hace asequible al ser humano, lo pone a su mano, o como Korn afirma, en su conciencia.

Consideremos brevemente unos pocos conceptos de “La Libertad Creadora”. En ella se encuentran las raíces vivas de buena parte de la filosofía de Korn. Aristóteles, Kant, Hegel, Bergson, son solo algunos de los pensadores que han ejercido honda influencia sobre él; es por ello que conceptos como acto, acción, espacio, tiempo, cambio, intuición y sobre todo los de libertad y conciencia son los términos rectores de su filosofía.

Korn inicia su obra formulando una clara caracterización de lo que el denomina “realismo ingenuo”; y afirma que, aunque sea la actitud tal vez más natural del ser humano ante todo lo que se le presenta y conoce en la vida, se trata de una actitud que distorsiona el verdadero conocer y el genuino filosofar. Induce al error de suponer que uno conoce las cosas tal como realmente son; “desvanecerlo es la condición previa de toda filosofía”[1].


Para el, las dimensiones de espacio y tiempo son elementos de la conciencia; las cosas reales también lo son; todo conocimiento es un fenómeno de la conciencia. Toda la realidad se presenta de ese modo, como fenómeno de la conciencia. Es importante que empecemos a ver que, de acuerdo con lo que Korn veía a su alrededor, y tal como era la realidad social de su entorno, este aspecto de la “interioridad” de todo conocimiento y decisión son vitales para permitir a cada sujeto saberse liberado de todo condicionamiento externo, y poder de ese modo desarrollarse como ser humano, desde “adentro hacia afuera”.

El sujeto, de este modo, es un sujeto plenamente activo; va a decir respecto a la conciencia que “es el teatro de los conflictos y armonías entre el sujeto que siente, juzga y quiere y el objeto que se amolda o resiste[2]. Es decir, todo concepto abstracto de la conciencia tiene a su vez una correlación con un hecho, con un acto; nada queda en la plena abstracción. De un modo concreto, afirma que “en la conciencia existen hechos, conceptos y palabras; lo cual es que intuimos, pensamos y decimos,…los conceptos y las palabras son símbolos, pero la acción ya no es símbolo, sino hecho”[3].

La conciencia, por tanto tiene dos polos, el del mundo objetivo y el del mundo subjetivo. En el siguiente cuadro vemos como caracterizó Korn a cada uno[4]:

Mundo Objetivo

Mundo Subjetivo

· Obedece a leyes y normas necesarias.

· Se desarrollan hechos q pueden preverse.

· Obedece a causas perdidas en el pasado.

· Mecanismo físico, que al actualizarse, encadena un efecto sin propósito, sin finalidad, amoral, impasible.

· Es libre, carece de leyes.

· Actúa una voluntad libre, imprevisibles.

· Obedece a finalidades proyectadas en el futuro.

· El YO como autonomía por excelencia.

· El sujeto se estremece por dolores o dichas, forma propósitos, forje ideales, estatuye valores.

De lo señalado, Korn desarrolla una serie de conclusiones que definen con precisión el espíritu de su obra[5]:

Ø La libertad del sujeto es de querer, no de hacer.

Ø La libre expansión de la voluntad, es cohibida por la coerción de la necesidad.

Ø El sujeto es autónomo pero no soberano.

Ø La libertad no se yergue en el vacío. No podría “volar” si no se apoyara sobre la resistencia del aire que se le opone.

Ø El dominio sobre el orden objetivo, emancipa de lo material y su servidumbre. Ello constituye la “libertad económica”.

Ø El dominio sobre sí mismo y sus propias cohibiciones, sus yerros y condiciones, constituye la “libertad ética”.

La libertad económica –dominio sobre el mundo objetivo- y la libertad ética –dominio sobre sí mismo-, constituyen unidas la libertad humana, que lejos de ser trascendente se actualiza en la medida de nuestro saber y poder. Se compenetran y presuponen, no pueden existir una sin la otra ya que ambas son la base del desarrollo de la personalidad. No es la lucha por la existencia, sino la lucha por la libertad el principio inmanente que rige la acción consciente.

A pesar de que en varias partes de su obra se refiere acerca de la posibilidad del conocimiento metafísico, sobre el final de ella, afirma su necesidad ineludible. Hemos de hacer metafísica[6]. Debido a ello es que puede afirmar que aquella acción consciente es el alfa y la omega, la energía creadora de lo existente, es lo absoluto, lo eterno. Y más adelante señala que “en la conciencia, el absoluto se presenta como aspiración, como tendencia hacia una finalidad que valoramos como suprema y última, como la superación de la dualidad sujeto-objeto… es un conflicto, una lucha entre la libertad y la necesidad que tiene como metas el actualizar la libertad absoluta por la conquista del dominio económico sobre la naturaleza y el autodominio ético; el someter la necesidad a la libertad y el alcanzar el pleno desarrollo de la libertad.

De modo que puede decir, como clímax de su pensamiento, que “por nuestra libertad luchamos desde que nos desprendimos de la penumbra de la animalidad; por ella continuamos en la demanda. Cuando la conquista finalice la necesidad y la libertad se habrán conciliado. La conciencia descansará en la paz de sí misma, la última duda callará. Entretanto no; la filosofía no tiene la última palabra, porque que la vida es acción, tarea perpetua y no teorema …La teoría marcha claudicante detrás de los hechos, pero el principio que los mueve es la libertad creadora”.[7]

Con esta breve presentación solo quedan presentados algunos conceptos. El propósito que es que puedan ser generadores, movilizadores, instrumentos de reflexión y crítica. Ha quedado mucho de La libertad creadora sin abordar, por eso queda el espacio abierto y la curiosidad intelectual intacta. Alejandro Korn, hombre multifacético y comprometido con su realidad nos aporta elementos para la reflexión y la acción. Nuestro presente y futuro demandan su cuidadosa relectura y revisión, y si este artículo contribuye a ello, será como la semilla que caída a tierra, se transforma para dar su generoso fruto.



[1] “La libertad creadora”, Alejandro Korn. Editorial Claridad, Bs. As., 8° ed., 1963. pg. 50.

[2] Ibid, pg. 57.

[3] Ibid, pg. 62.

[4] Ibid, pg. 69.

[5] Ibid. pp. 70 ss

[6] Ibid. pg 105.

[7] Ibid, pg 100.

1 comentario:

Doreen dijo...

Me parece una muy buena lectura de Korn. Me parece importante destacar el valor que la libertad tiene en el pensamiento de Korn. Es interesante pensar la libertad como un camino que impulsa a la creación y al recnonocieitno de la entidad metafísica, alejandonos de aquelal condena sartreana a la libertad del hombre que ha sido totalmente despojado de toda esencia previa a su propia existencia.Si bien la libertad de Sartre, va creando nuestra existencia, es la libertad que Korn propone, la que abre un camino de creación trascendente al hombre.